domingo, 17 de julio de 2011

Una historia de año nuevo

Voy a hacer una pausa a la temática "Finlandia" que veníamos trayendo, para contarles una anécdota, si es que se puede llamar así, que vivimos con Rosita a finales del año pasado:
Había pasado Navidad y teníamos planeado pasar un año nuevo distinto, con motivo de ésto habíamos hecho dos planes paralelos, el primero consistía en viajar a La Pampa y pasar año nuevo con mi familia de allá, con lo cuál Rosita también conocería la ciudad dónde nací. Por otro lado, el segundo plan consistía en subir el Cerro Champaquí, ubicado entre el Valle de Calamuchita y el Valle de Traslasierras, se trata del pico más alto de la provincia de Córdoba.
Evidentemente, además del aspecto económico, la idea de pasar año nuevo en la cima del pico más alto de la provincia nos sedujo al punto del convencimiento.
Así el martes 28, tempranito fuimos a la terminal de Córdoba, que, como es de esperar en esa época, estaba atestada de gente. Luego de hacer una cola para comprar nuestro boleto a Villa Gral. Belgrano (no hay transportes directos a Villa Alpina que está en la base del cerro) rápidamente abordamos nuestro colectivo. Poco más de dos horas más tarde nos encontrábamos en Villa Gral. Belgrano, la cual se encuentra a unos 15Km de Los Reartes, un pequeñísimo poblado dónde cruza un río del mismo nombre y dos kilómetros antes de éste hay un cruce que es el que lleva a Villa Alpina, hasta la cual son 12Km más de ripio.
Preguntamos en la boletería de la misma terminal de Villa Gral. Belgrano si había algún colectivo directo a Villa Alpina (porque de hecho habíamos visto los cartelitos) pero nos dijeron que ya no había más, que lo más cerca era a Los Reartes.
Decidimos entonces tomar el colectivo hasta Los Reartes y después caminar hasta Villa Alpina por el río, el cuál, como había indicado antes, se encontraba a dos kilómetros del camino marcado de tierra, así el río y la ruta siguen el mismo camino pero de forma paralela con una distancia constante entre sí de dos kilómetros y encontrándose por fin en la villa.
No fue mucho el tiempo que tardamos en tomar el colectivo y el clima era estupendo, sol, cielo celeste y nada de calor porque el viento estaba seco y soplaba sin miedo. Pero todo cambió cuando nos bajamos de ese colectivo. Le habíamos explicado al chofer que íbamos a Villa Alpina, por lo que nos dejó en el cruce, pero claro, no le explicamos que planeábamos ir por el río, por lo que tuvimos que caminar dos kilómetros de subidas y bajadas entre montañas y bosques de pinos hermosos. Recién empezábamos así que lo tomamos con mucha tranquilidad y nos dimos el permiso de acercarnos a algunos arroyitos que pasaban entre los bosques para disfrutar de la paz, los ruidos, los olores, la vista hermosa.




Desde el mismo momento en que bajamos del colectivo nos dimos cuenta de que el cielo se estaba cerrando, y así fue, a medida de que caminábamos se cerraba cada vez más hasta que llegamos al río con un cielo totalmente nublado, el viento había parado y la humedad nos invadía por doquier.
Al costado de un puentecito que se alzaba sobre el río, había un puesto con un techo, unas mesitas y un horno de barro. Algo hambrientos y exhaustos, no sólo por la pequeña caminata, sino también porque era ya la hora del almuerzo, decidimos sentarnos con un pan casero calentito y una coca, y con eso dejamos al improvisado bar, desprovisto totalmente de mercadería. 
Un perrito se nos acercó, como es de costumbre cuando estoy con Rosita, y nos acompañó durante el almuerzo, también se sentó al lado nuestro a ver la lluvia caer, cuando repentinamente el cielo pareció precipitarse en frente nuestro, un diluvio torrencial nos retuvo bajo ese techo por un buen rato. 
Esperamos, hasta que nos dimos cuenta que no iba a dejar de llover, al menos no hasta bien entrada la tarde, por lo que nos calzamos las mochilas, les pusimos los rain cover y nos largamos bajo la lluvia a ver si encontrábamos algún caminito al costado del río. Lo cierto es que caminamos unos cincuenta metros entre yuyos mojados bien altos, y se nos cortó el camino, ya que grandes colinas se alzaban a los costados del río y algunas comenzaban a alzarse muy cerca del cauce. Encontramos entre las piedras del río una forma de cruzar al otro lado dónde a lo lejos veíamos un camino un poco más arriba. Intentamos comenzar a saltar las piedras pero el peso de mi mochila me jugó una mala pasada y terminé parado sobre el río, que por suerte en esa zona estaba bastante bajo. Con medias y zapatillas empapadas terminé de cruzar y del otro lado, pasando entre arboles y yuyos bastantes complicados terminamos por salir a un caminito que alejandose un poco, terminaba por adentrarse en lo que parecía ser una pequeña villa, que nos imaginamos tenía salida por el lado de la ruta a La Cumbrecita que era la misma que venía de Los Reartes pero continuaba pasando el río por el puente del pueblo.


Caminábamos por aquel camino cuando la lluvia volvió a ser torrencial y se hacía insoportable, además de que no era conveniente que se nos mojaran todas las cosas adentro de la mochila, por lo que volvimos sobre nuestros pasos hasta una casa en construcción que habíamos visto en el comienzo del camino. Allí dudamos un segundo que si había alguien se enojara, pero la lluvia nos dio el último empujoncito y abrimos el alambre de púas para pasar. Corrimos a un porche techado e intentamos abrir la puerta pero estaba cerrada. Nos quedamos entonces en el porche hasta que la lluvia paró completamente y volvimos a seguir nuestro camino. 
Continuamos por el mismo sendero, pero en un punto nos dimos cuenta que éste nos llevaba directamente a un complejo de posadas cerrado, por lo que nuevamente tuvimos que volver sobre nuestros pasos hasta encontrar un terreno caminable al otro lado del río, fue en ese momento que empezamos a tener nuestro primer contacto con las rosas mosqueta, un yuyo lleno de expinas de dos o tres centimentros de largo que se alzaban como plaga por todos lados y nos cerraba los caminos.
Sin opciones, terminamos por decidirnos en que el río no era lo suficientemente alto, y muy probablemente era el camino más rápido que podíamos tomar.
Así levantando las mochilas y arremangando los pantalones iniciamos el camino por el medio del río, de a ratos una leve llovizna volvía para recordarnos que seguía ahí y entre las piedras del río pasamos repetidos sustos con golpes y caídas. Después de un largo rato decidí sacar el GPS para ver cuánto habíamos avanzado y fue ahí que me dí cuenta de que algo iba mal. Habíamos avanzado tan sólo 2Km, y parecía que llevábamos varias horas caminando, evidentemente a éste paso tardaríamos más de una semana en llegar a la cumbre del Champaquí.

Nos sentamos en una roca e intentamos buscar colinas altas para avistar algún camino por tierra que nos pudiera facilitar el viaje, pero se nos hizo imposible. Caminamos unos metros más por el río y nos dimos por vencidos, estaba por caer la noche y no estaba bien que nos quedemos por ahí, debíamos alcanzar la ruta lo antes posible.
Sabíamos que la ruta estaba a 2Km a nuestra izquierda, pasando, probablemente, un par de colinas. No teníamos opción.

Entre arboles y rosas mosqueta comenzamos nuestro camino hacia la primera colina, pero rápidamente descubrimos nuestro primer obstáculo. Un alambre de púas reforzado y con diez centímetros de distancia entre uno y otro, era casi imposible pasarlo sin lastimarse. Tiramos las mochilas del otro lado y buscamos uno de los postes para escalarlo y de ahí saltar un metro y medio al otro lado. Lo encontramos muy cerca y yo subí primero para ayudarla a Rosita desde el otro lado. Con dificultad terminé por lograrlo e intente ayudarla a subirlo, pero en un segundo y de repente se había clavado una púa de tres centímetros en la rodilla. Completamente incrustada por dentro de la piel la pequeña malévola generó un grito que hizo volar todas las aves cercanas. Con mucha valentía Rosa sacó su rodilla de ahí y terminó de pasar el alambrado, sabía que había tiempo de lamentos. Corríamos contrarreloj.
Tomamos del otro lado nuevamente las mochilas y rápidamente alcanzamos la cima de la primera colina, dónde vimos que eran más de una las que nos faltaban hasta llegar a la ruta y dónde también nos encontramos con un cordón interminable de rosas mosqueta. No nos quedaba más opción que bordearlas hacia adelante hasta encontrar un lugar por dónde poder cruzar. Caminamos un rato con la increíble vista de estar en la cima y ver como todo se alza infinito debajo tuyo, el río, los arboles, los montes y el verde.



Cuando estábamos comenzando a resignarnos a armar la carpa, del otro lado del río vimos como se alzaba una casona. Perdida en el medio de la nada y en la cima de la colina de en frente. Debatimos por un momento y concluimos que pedir ayuda en esa casa era nuestra mejor opción en ese momento. Después de todo, cerca de alguna ruta debía estar. Bajamos la colina y cruzamos con mayor facilidad por el alambrado, pero nos encontramos con que no sólo no había piedras para cruzar el río, sino que éste estaba más hondo de lo que había estado en todo el camino, probablemente me llegaba hasta la cintura, lo cual no era recomendable ya que las mochilas iban por mucho por debajo de la cintura.
Me saqué la mochila y la crucé cargándola por encima de mis hombros hasta el otro lado, la dejé allá y volví a buscar a Rosa, que no quería mojarse la herida, por lo que también la tuve que alzar por encima de los hombros hasta el otro lado. Mientras cruzábamos me percaté del curioso detalle de que había salido gente al balcón de la casona, y desde allá nos observaban con binoculares. Llegué a considerar aquella acción bastante alentadora.
El camino desde la playita a la que llegamos hasta la casa estaba marcado y con el césped bien cortado por lo que rápidamente nos encontrábamos ascendiendo, hasta que escuchamos que nos gritaban <<¡No se puede pasar! ¡Es propiedad privada!>> Se me cayó el mundo al suelo, pero no pensaba desistir, no dejamos de caminar en ningún momento y les gritamos que estábamos perdidos y necesitábamos ayuda, a lo que no respondieron.
Continuamos nuestro camino y llegamos a una pequeña tranquerita que estaba cerrada. Creímos que ese era el final, pero después de unos segundos de incertidumbre, apareció una mujer que muy amablemente nos abrió y nos dejó pasar. Nos trajo coca y toallas. Nos contó que la rosa mosqueta nos impediría llegar hasta la villa de cualquier manera y que era el mayor problema que ellos tenían en la zona. Que no era una plaga autóctona sino que había sido traída por holandeses y alemanes con la idea de exterminar otras plagas que les impedían el sembrado de los pinos, pero se les había ido de las manos.
Cuando ya nos hubimos secado, nos indicó el camino de una ruta privada que tenían y empalmaba con la ruta principal que volvía hasta el cruce a Villa Alpina, pero mientras nos indicaba se decidió por llevarnos hasta la ruta principal en su auto, de alguna forma debemos estar agradecidos por eso.
Sacó su Peugeot 206 y por una ruta mas cuidada que las de la Ciudad de Córdoba, pasando entre generadores eólicos de energía propios, llegamos hasta la ruta principal, dónde nos dejó a la deriva con la noche al caer.
Caminamos un poco y rápidamente conseguimos un dedo que nos alcanzó hasta el cruce.
Pensamos en pararnos a esperar que alguien pasara y nos llevara, pero la noche estaba cerca y no parecía que fuera a pasar nadie. A medida que avanzábamos nos fuimos dando cuenta de por qué no pasaba nadie. La ruta estaba muy complicada, cada vez mas maltratada, pero la vista era imponente. Colinas verdes con vacas pastando, al mejor estilo alpino, con bosques de pinos alzándose por todos lados. Realmente una pequeña Europa dentro de Córdoba.
Buscamos un lugar dónde colocar la carpa, y encontramos muchos que parecían bastante propicios, y gracias a Dios hacía un tiempo que no llovía, pero decidimos seguir hasta el límite, para evitarnos una larga caminata el día siguiente.
Finalmente la noche nos sorprendió y cayó de repente, e irónicamente en un lugar dónde se nos hacía imposible poner la carpa. Caminamos bajo la noche con una linterna cada vez más preocupados por la situación que nos aquejaba, pero a la vez que la liviandad en el alma de sentirnos totalmente libres y poder jugar con la naturaleza sin temores. Tanto es así que cuando un perro se nos cruzó, decidimos seguirlo, seguros de que nos llevaría a un sitio propicio dónde pasar la noche. Crease o no, el perro nos dirigió hasta una tranquierita y a lo lejos divisamos una pequeña casa rural. Hicimos señas de luces y aplaudimos cuando apareció un hombre, o una silueta en ése momento. Le preguntamos a la silueta si podíamos armar la carpa al lado de la casa, nos dijo que si, por su puesto. Se acercó y le vimos la cara, un hombre de unos cuarenta, barbudo, con una gorrita roja desilachada y cara de bonachón. Nos abrió la tranquera y nos llevó por un caminito pasando la casa entre el bosque. Para nuestra total sorpresa apareció un galpón, que en ese momento oficiaba de establo y nos dijo que podríamos dormir ahí, nos abrió la puerta y vimos un enorme desorden de cosas sucias, viejas y rotas. Nos dijo que nos traería un colchón.
Mientras esperábamos inspeccionábamos con la linterna esperando encontrarnos un E.T. amarrado o un Troll  esperando para atacar, sin embargo, encontramos una cajita con cuatro gatitos de no más de dos semanas, unos pequeños bebés super tiernos, que le daban a aquel contexto bizarro un toque de romanticismo de película.
En eso estábamos cuando apareció nuevamente el peón con un colchón todo roto, pero que a nuestros ojos era un somier en el Sheraton.






Así inició nuestra aventura de fin de año, que al fin terminó por no llevarnos al Champaquí, ya que al día siguiente comenzó a llover y no paró en toda la semana lo que nos haría imposible el ascenso debido a la niebla. De todas formas sí llegamos hasta Villa Alpina, dónde pasamos un par de días adentro de la carpa aguardando que concluya por fin aquel interminable diluvio. El año nuevo nos encontró finalmente en Villa Gral. Belgrano y quedará en nuestras memorias para siempre como un recuerdo distinto, especial.
Como siempre gracias por leerme.





Maxi "Pampa" Fernández









1 comentario:

  1. Eii me encanto pero pq no escribiste todo el cuento? Si es re hermoso y romantico :)

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