Favelas

"¿Las favelas? No, no hay problema, están en las montañas, si no vas a las montañas no pasa nada... pero hay algunos locos que pagan para que los lleven a conocerlas, ¡Están locos!" Me decía un señor de Sao Paulo que conocí en Buenos Aires hace ya más de un mes.

Quizás si, quizás si estén locos. 

Interminables pinceladas de humildad.

Pero claramente Río debe tener algo más. Miles de turistas vienen todos los días a Río de Janeiro buscando su foto con los brazos abiertos atrás del famoso Cristo Redentor. Llegan desde Estados Unidos, Europa, y los barrios más ricos de Venezuela (entre otros lugares) y se dirigen a sus hoteles en Copacabana o Ipanema preferentemente, desde esta base de operaciones en una semana gastan suficientes fotos como para fundir la fabrica de Kodak si todavía se usaran los viejos rollos. Se vuelven a su país y enseñan muy contentos las playas, el Pan de Azúcar, la Catedral y el Cristo. Prueban que estuvieron aquí y son felices porque sin saber por qué hicieron lo que está enseñado que deben hacer para ser turistas de ley. No importa qué es exactamente lo que tiene la estatua del Corcovado, sólo importa que tienen que venir y sacarse la foto. No se preguntan por qué es linda, sólo saben que lo es.

Hablo en tercera persona, pero no pierdo los cargos de que yo lo hice. Yo estuve ahí. Claro, como iba a venir a Río y no tener mi foto con el Cristo. Pero después de eso me quedé con un enorme vacío adentro. Algo me faltaba. Sabía muy bien que Río de Janeiro es una ciudad hermosa, pero no estaba seguro de qué es lo que la hacía tan hermosa.

Y fuí a las favelas. Rocinha, la villa (o favela o slum o cómo le quieran llamar) mas grande de sudamerica. Cuna de dealers y pobres. Dónde todos los días muere gente y es el mismisimo infierno si viste Cidade de Deus. 

La gente más amable está ahí. Escuchando música con sus puertas abiertas, y es que sus patios traseros son callejones y caminos que llevan a otras puertas dónde otras historias se entrelazan y crean lo que gracias a Dios todavía persiste, humanidad. 

Inocencia.

Entre grandes cantidades de cables de dónde los vecinos se cuelgan y consiguen todos los servicios gratis, se encadenan distintas callecitas muy chiquitas dónde ningún vehículo podría entrar y a pesar de la abundante sociedad la gente construye casas con lo que puede, con lo que tiene. Las montañas y el gobierno llegaron a acorralar esta gran favela por lo que ahora construyen para arriba, tienen muchos hijos y los tienen muy jóvenes. Sí y no voy a tirar estadísticas, porque no veo sentido. Prefiero concentrar la atención en la idea de tanta gente viviendo en comunidad. Niños con inocencia en los ojos. Madres sonrientes y hombres que a pesar de los prejuicios, son trabajadores. Rocinha es la favela mas cerca de la ciudad, (y debido a una ley brasilera que los empleadores tienen la obligación de pagar el transporte a sus empleados) es más barato contratar gente de Rocinha. 

Fraternidad.

Que hay dealers. Los hay. Que hay armas. Las hay. Pero esos detalles son errores del sistema, lo destacable de esta comunidad es la fraternidad en la que viven, la alegría de saber que no tienen nada, y que tampoco lo tendrán, y sobre todo lo lejos que pueden llegar los sueños del que más lejos ve el techo. 

Estas personas son heroes y heroínas, seres humanos que demuestran que se puede ser feliz sin muchas cosas que nos llegaron a hacer creer que se necesitan para ser feliz, y que la importancia de la vida está en otras cuestiones. No me voy a ir a vivir a una favela ni a una villa ni me va a cambiar la vida después de ésta experiencia, pero realmente considero admirable y de aplaudir la forma de vida de ésta gente.

Cosas que al menos en Córdoba no se ven a diario y que por ahí a mucha gente le haría falta ver.

Futuro.